Dos niños, idénticos como si fueran gemelos pero separados por veinte años, cuyos dramáticos destinos parecen condenados a repetirse.
Entre las cepas, una figura humana. Los brazos caídos, la cabeza cubierta por la capucha de una sudadera. Quiso echar a correr, pero el miedo atroz corrió más que él y se introdujo en su mente, repleta de imágenes del abuelo ensangrentado, y fue incapaz de moverse. Los piececitos descalzos, el pantalón del pijama que apenas se mantenía en su sitio de tan flaco que estaba y aquel temblor que castañeteaba sus dientes mientras la figura se acercaba.