Winston Constantine no es un príncipe azul…
Lo anhelo tanto que creo que voy a perder la cabeza. Está delante de mí, pero es tan distante como mis sueños de alejarme de mis hermanastros. Sigo jugando sus retorcidos juegos, y quiero permanecer tan distante como él. Pero no puedo. Nunca he podido. Me he enamorado de él. Sin remedio.
Definitivamente. Pero Winston no es un amante, es un negocio. Una forma de pagar la universidad. Un boleto de salida. Nunca ha pretendido ser otra cosa que eso. No puedo culparlo por haberme enamorado.
No puede haber un “felices para siempre” entre una doncella y un príncipe, no importa lo que digan los cuentos de hadas.