LAS MARAVILLAS ARTÍSTICAS desarrolladas por el ser humano a lo largo de su historia, y sobre todo los avances tecnológicos de los últimos cuarenta años, denotan la enorme capacidad creativa de nuestro potencial como personas. El poder de la mente para organizar información y transformarla para dar paso a algo diferente, más bello y útil cada vez, expresa nuestra gran habilidad de síntesis y recreación generativa de nuevos éxitos, día tras día superiores a aquellos de los que partían.
Esa especialización de nuestro cerebro en «distorsionar» bellamente la realidad para dar lugar a otra gran obra mejorada es inherente a esa magnífica facultad creativa de nuestra mente. Y hasta ahí todo iría muy bien si no fuera por ciertos efectos colaterales negativos, muchas veces inconscientes: solemos confundir estos subproductos «mentales» con eso que llamamos la realidad en que vivimos.
Nuestro pensamiento suele dar por hecho aspectos de esa realidad que no cuestionamos lo más m ínimo. Tomándolos como la vida misma, no nos planteam os siquiera las necesarias dudas para preguntarnos si al menos nos están proporcionando lo que queremos, o si acaso tenemos certeza acerca de lo que deseamos en nuestra vida como profesionales, directivos, emprendedores, padres, parejas o coaches.