Lo celta puede verse como un espíritu instintivo y poco amigo de los formalismos, una imaginación tendente a lo fantástico, una natural inclinación por lo sobrenatural y las transformaciones personales, hasta llegar a la metamorfosis, y una amistad por las zonas húmedas y brumosas. Todo esto parecía darse en el oeste de Europa, ya que fue el lugar donde se asentaron los celtas durante más tiempo, así como la región en la que mejor se percibe, en la actualidad, esta sensibilidad.
Ya en la protohistoria los celtas producían una artesanía superior, que correspondía a un universo que pocas veces formó un estado, mucho menos un imperio, como tampoco una nación; sin embargo, dio forma a una cultura común, que llegó a casi todos los rincones de Europa, aunque pareciera sentir una preferencia por los países occidentales. Su influencia se manifestó como una siembra mágica, realizada por medio de conquistas, asentamientos más o menos prolongados o incursiones sin grandes consecuencias.