Todo Gran Cambio Comienza con una Decisión
Ya sea que vayamos a comenzar una dieta, que nos inscribamos en un maratón o que decidamos formar una familia, todos comenzamos tomando la decisión: El QUÉ preside al CÓMO, y no hay forma de comenzar al contrario.
En el mundo del dinero, pareciera que ocurre al revés: Esperamos tener el dinero para aprender a manejarlo, en lugar de decidir aprender a manejar el dinero que ya tenemos. Es por esta razón que terminamos como estábamos al comienzo: rogando que llegue la quincena porque el dinero que nos ganamos ya no alcanza, o rogando que nos salve el gobierno, la empresa o la familia.
Nacida y crecida en Los Flores de Catia, en Caracas, conozco de muy cerquita esa necesidad de tener dinero para resolver problemas de dinero, de ver personas pidiendo prestado sin saber si tienen con qué responder ante el préstamo y otros comprando cosas que ni siquiera necesitan para pagar con un dinero que todavía no se han ganado. Algunas yo misma las hice y otras las aprendí viéndolas en gente de mi entorno.
Por condiciones históricas, sociales y culturales, el dinero tiene una connotación negativa en muchas partes del mundo, sobretodo aquellas que en sus antepasados fueron dominados, explotados y saqueados por otros. El concepto del trabajo está relacionado con esclavitud y no como escuela de productividad o disciplina, y el jefe es el verdugo contra el cual debo revelarme, en lugar de verlo como un maestro. Así pues, producir está más relacionado con ser explotados que con auto realizarnos como individuos, y por ello es obvio que el dinero termina concibiéndose más como un medio de descarga, que como una bendición que debemos aprender a multiplicar y valorar.
