El Señor es quien da dones y talentos, de él son todas las virtudes y habilidades para el bien. No a todos se les otorgan los mismos dones ni tampoco la misma cantidad de ellos. Tenemos ante nosotros una motivadora obra que expresa la experiencia de años de trabajo en el “arte de tomar de decisiones”. Como dice Pablo: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (1 Cor. 3:6). Cada uno debe hacer su parte en el gran plan de salvación de Dios, en el cual es un privilegio poder participar de él como si fuera una puntada más en el multiforme manto celestial.
El saber conducir un alma para que tome una decisión por Cristo es verdaderamente un arte. “Cada arte, no importa cuán pequeño sea, influye en el todo” (Alza tus Ojos, diciembre 31). El momento que transcurre en tomar una decisión es muy breve y por ser tan breve, pareciera tener poca importancia, sin embargo, es el punto preciso donde se bifurca la vida para vida eterna o muerte eterna.
Nunca debiéramos predicar un sermón sin llevar a las almas a una decisión por Cristo. Nunca debiéramos presentar un estudio bíblico sin llevar a la persona a una reflexión para aceptar los valores eternos que nos llevarán a vivir con Jesús por los siglos sin fin. Agradecemos a Dios por esta obra que nuestro hermano Armando tapia presenta en conmovedoras experiencias de algunas personas que se resistían en aceptar a Cristo, pero, el poder de Dios obrando en su siervo y en su Palabra quebrantó corazones y voluntades a los pies del salvador. “A algunos que dudan convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne” (Judas 22,23).
