—La vida acabará siendo un tormento para ti. A gritos me pedirás morir.
Pero Davina jamás le pidió eso a su marido. Sin embargo, en más de una ocasión había de decir:
—Esto no acabará así… Esto no acabara así…
Su sirvienta de más confianza, cuando Davina hubo muerto y estuvo ya enterrada en el cercano cementerio de Waldenmassey, explicó:
—Si mi señora llevaba tapada la amputación de su brazo, no, no era porque le faltara la mano. No era por eso… ¡Era porque la mano le había crecido! Bueno, en lugar de mano le había crecido una garra… Como si fuera un león, o un tigre, o un leopardo…