Hay demasiada gente en las empresas y en las instituciones privadas, gubernamentales (también en las ONG, es decir las “No Gubernamentales) y multilaterales que siguen pensando que hay que complicar para que parezca más interesante.
No es extraño que siga aumentando el número de profesionales de todos los sectores que van de gurú en gurú (incluso adivinos…) en busca de recetas mágicas que les resuelvan sus problemas. Tampoco llama la atención ya, que haya tantos que leen todos los libros posibles de autoayuda buscando esas recetas salvadoras e intentando encontrar el modelo eficaz que les lleve a alcanzar el éxito en su vida. (Aunque, lamentablemente, tampoco faltan quienes se siguen aprovechando de ellos…) El “queso”, la “felicidad”, la “excelencia”, etc., son temas de best sellers que dejarán poca huella en la literatura empresarial.
Incluso hoy la vida profesional es mucho más simple de lo que muchos creen. Lo que pasa es que hay demasiada gente dedicada a complicarla, enmarañarla. La forma de sobrevivir en esta situación es ser simple. Es así de fácil, y de difícil, sólo se trata de simplificar las cosas. Es decir simplificar lo complejo y, sobretodo; no complicar lo simple. Así pues, basta de fragmentar y complicar; hay que integrar y simplificar.