“… Antes de cumplir los siete años, según la costumbre establecida, consultaron a los Sacerdotes Astrólogos de Tíbet para averiguar qué carrera estaba abierta para mí. Muchos días antes de este acontecimiento, se hicieron grandes preparaciones para celebrar una fiesta inmensa a la cual concurrieron todos los ciudadanos que gobernaban el país, todos los notables de Lhasa, para oír mi destino.
Finalmente llegó el Día de la Profecía. Nuestra casa estaba llena de gente. Llegaron los Astrólogos armados de sus hojas de papel, sus mapas y todo lo necesario para su profesión. Más tarde, en el momento apropiado, cuando todos habían llegado a un alto grado de emoción, el Astrólogo Jefe pronunció su profecía. Se proclamó solemnemente que a los siete años tendría que entrar en un lamesterio, donde estudiaría para ser sacerdote y sacerdote cirujano…”