Estaba atorada, debía admitirlo. Para ser una persona tan espiritual como creía que era, – y noten el gran énfasis en el creía –, estaba dicho que no había escuchado las señales que me habían enviado desde el más allá ni tampoco había oído las del más acá, ni a mi ángel de la guarda, ni el maldito horoscopo.
Ninguna, non, nenhum, niemand, cero… Estaba claro que muchas veces la parte racional de mi cerebro acallaba esa otra parte con la que supuestamente nacíamos la mayor parte de las mujeres llamada intuición femenina. Lo irónico de todo esto es que todo el mundo parecía estar al tanto de que algo andaba mal en mi matrimonio, bueno tal vez no todo el mundo, eso sería mucho decir, no es que sea una cantante Pop con miles de seguidoras en Tintter ni nada por el estilo, pero mis amigos y mi familia si lo sabían.
Por decirlo de algún modo creo que toda mi vida cambió el día en que él dijo: ya no lo soporto.